lunes, 7 de abril de 2014

Democracia. Giovanny Sartori


¿Estamos en una democracia?

Basandome en la lectura ¿qué es democracia? para Giovanny Sartori, se entiende desde un principio que democracia tiene una estrecha relación entre poder y pueblo. Pero esta relación no está vigente en los sistemas políticos actuales. En la palabra democracia hay un aspecto esencial e intrínseco, sin el cual no existiría la palabra misma, y ese aspecto fundamental es el pueblo.
Sartori, expone y nos deja al final la importancia que tiene la sociedad misma sobre lo qué es y debería ser una democracia, ese sistema que nos ha regido como país. 
Sin embargo, pese a esta notoria coyuntura que tiene el pueblo sobre  el sentido como tal que tiene la democracia, no es tomado en cuenta; no hay respeto a las minorías, y no hay una relación entre gobernante y gobernados. 
Este autor destaca cual es la democracia económica, y es totalmente importante este tipo de democracia. Hablamos de un sistema social donde no hay una pobreza ni una riqueza extrema, algo que Tony Judt llama un estado de bienestar. 
Hoy en día el regimen que se está aplicando es el de una sociedad NO abierta, pues una sociedad abierta sería cuando el Estado está a servicio del pueblo y no al revés, y ¿en realidad los gobernantes están a nuestra disposición?

Algo va mal

El libro Algo va mal de Tony Judt comienza explicando la situación que se da en 1980 donde los servicios públicos son privatizados con el objetivo de que sean rentables. En esta época las sociedades comenzaron a  ¡tornarse como  individualistas donde importaba más un esfuerzo individual que colectivo.

Es pertintente plasmar el fragmento del autor que dice “nosotros sabemos que algo está mal y hay muchas cosas que no nos gustan´.

En los primeros capítulos, Judt explica que desde 1980, el Estado que surgió tras la Gran Depresión se disuelve frente a una oleada de neoliberalismo que privatiza los servicios públicos al entender que no son rentables ni eficaces y que es mejor que los regule la "mano invisible del mercado".

En este punto del libro el autor centra el problema en que la política ya no se hará en función de más Estado o más mercado, sino en qué tipo de Estado se quiere, si muy intervencionista o el actual de bienestar.
También propone las diferencias entre Estados Unidos, un Estado individualista y con bajos impuestos, y Europa, socialdemócrata y con impuestos retributivos de la renta.

Según Judt desde los años 80, las desigualdades sociales han aumentado debido a esta política más centrada en el esfuerzo individual que en el colectivo.

En este reumen es importante preguntarnos y enfatizar en una   frase clave del libro: "La nueva generación siente una honda preocupación por el mundo que va a heredar. Pero esos temores van acompañados de una sensación general de frustracción: nosotros sabemos que algo está mal y hay muchas cosas que no nos gustan. Pero ¿en qué podemos creer, qué debemos hacer?"

Judt dice que la economía clásica consideraba que el individuo siempre tomaba decisiones económicas conforme a su interés y que busca la maximización del beneficio, pero esto lleva a evaluar las decisiones con un vacío moral.

El autor luego habla de los grandes desastres de l914 a 1945, caracterizados por dos devastadoras guerras, epidemias, dictaduras o cracks financieros. Dice que en 1945 el principal problema era cómo asegurar la democracia y evitar que la experiencia se repitiese. Habla de Maynard Keynes como la persona que más esfuerzos dedicó a ese desafío. 
Judt dice que "la seguridad del bienestar en que se vivía y la futura prosperidad suavizaron las injusticias del capitalismo". Entre 1945 y 1975 hubo prosperidad, seguridad en el empleo. Por ejemplo, la clase media recibió educación gratuita, atención médica barata o gratis, pensiones públicas y seguro de desempleo. Se abrió la élite cultural a las masas.

Si el estado movilizó a las masas para la guerra también podía hacerlo para la paz mediante la planificación a través de incentivos fiscales. Se insistió en que las instituciones resolvían lo que el mercado no podía hacer o hacían controles de divisas, regulaciones salariales o precios límite, y se aumentaron los impuestos. Se redistribuyó la riqueza como algo beneficioso para todos. Pero Judt advierte que esas metas no eran eficaces y que ponían peligrosamente enormes recursos sociales en manos de políticos y grandes gobiernos.

Menciona la planificación de las ciudades tras la posguerra, asi como la destrucción de centros históricos en épocas  de la modernidad, sin contar con la opinión de los ciudadanos.

Judt menciona a cinco economistas austríacos de la escuela de Chicago de libre mercado a los que llama  Chicago boys. Entre estos están Von Mises, Hayek, Schumpeter, Karl Popper  y Drucker. Todos trataron de explicar en los años 30 el fin de la izquierda frente a los totalitarismos por la intervención del estado en la economía. Para ellos, la planificación no tenía sentido porque se basa en cálculos y predicciones poco realistas.

El autor señala que la caída del comunismo en 1989 dejó a la socialdemocracia (su discurso era que ellos estaban a favor de la libertad, igualdad, justicia social y mercados regulados) sin una doctrina ni narración de democracia.

El problema de los impuestos: tras la llegada del paro en 1970, los que aún trabajaban tuvieron que pagar más impuestos, lo que generó quejas. Nadie recordaba por qué se instauró ese sistema tras la Gran Depresión de 1929.
Judt dice que la conformidad en las comunidades tiene un precio: no puede responder a los nuevos desafíos. Estados Unidos se inclinó hacia la conformidad y los que dicen lo que quieren son marginados o sus palabras silenciadas.

Las economías mixtas hicieron que la generación más joven diese por sentada la estabilidad y a exigir la eliminacion del obstaculo de los impuestos, las regulaciones y la interferencia del Estado.

Tras la liberalización de 1980 a 2008, el Estado vuelve a intervenir pese a que oficialmente se rechaza su progagonismo. El problema, según dice Judt, es que el Estado genera desconfianza por el daño que causaron, porque ejerce fuerza frente a la libertad política.
El problema es que si el estado es débil, intervienen otros jugadores como los monopolios que se benefician de una economía desregulada y las ganancias están mal distribuidas.

En el transporte, Judt considera que el Estado debe dar un servicio aunque sea ineficiente y poco rentable a los más desfavorecidos como los pueblos apartados de las ruta comerciales.

En el libro el autor dice que mucha gente prefiere un estado fuerte-autoritario pero estable a uno fallido y que ahora la socialdemocracia ya no tiene argumentos para captar a sus votantes.

Y finaliza: "Si pensamos que algo va mal, debemos actuar en congruencia con ese conocimiento".